viernes, 2 de septiembre de 2011

Extremismo democrático

Hay personas y colectivos que tienen la manía de autoerigirse en los únicos que, según ellos, defienden una idea, un planteamiento, que a la vez restringen a la concepción que ellos tienen de ese mismo planteamiento. Pasa con el término "izquierda", que tanto marxistas como anarquistas reservan para sí, excluyendo a los demás de él, ideas que sí que pueden ser de izquierdas, como la socialdemocracia. Está pasando también con el concepto de "democracia". Ahora resulta que en una democracia hay que votarlo absolutamente todo.

Estamos asistiendo a una reforma Constitucional, que algunos sectores quieren que se ratifique por referéndum. Es una idea que puede parecer tentadora, pero que en realidad esconde muchos problemas detrás de ella. Una gran parte no acudiría a votar, lo que restaría credibilidad a este ejercicio "democrático", pues ¿es válido el resultado de un referéndum, una elección que tenga una participación inferior al 50%? Yo lo dudo. No se puede pedir a la población que decida sobre algo que es tan complicado como la financiación de un estado, pues muy poca gente posee los conocimientos necesarios en economía para hacerlo. Tampoco se puede pedir un referéndum sobre nada que afecte a la economía actualmente, porque la presión de los mercados sobre la deuda soberana y la bolsa de Madrid sería tremenda, llegando muy posiblemente a obligar a la UE a poner sobre la mesa un rescate como el de nuestro vecino Portugal, Irlanda, o Grecia, lo que tendría consecuencias desastrosas sobre la vida de los ciudadanos durante muchos años. Y si esto no ocurre antes del referéndum, ocurriría al finalizar la votación y ver un resultado contrario a los mercados, como pasaría en un referéndum sobre esta reforma. La democracia no consiste en que se tenga que votar todo. No estamos en una democracia directa ni en un régimen asambleario, cosa que, por otra parte, sería imposible con el volumen de población actual. 

Sin embargo, esto no quita que esta reforma constitucional sea un error. Es un error meter en la Constitución uno de los "mandamientos" de la ideología neoliberal. El déficit es una útil herramienta que tiene el Estado para inyectar dinero a la economía real, al sistema financiero, en época de crisis; es decir, de aplicar políticas Keynesianas, que ya han demostrado en repetidas ocasiones su efectividad. Y poner el la Constitución que se debe priorizar el pago de deuda al pago de sectores como la Sanidad, la Educación, al pago de las pensiones o del subsidio del desempleo es simple y llanamente un error. Nunca hasta ahora había sido la deuda estatal un excesivo problema en una crisis financiera, es más, el Estado generaba deuda al invertir dinero en el sistema financiero, lo que dinamizaba la economía y a medio plazo era la solución de la crisis. Y, no haciendo falta más inversión, el Estado recuperaba lo invertido y pagaba la deuda por los medios normales de financiación del Estado. La deuda pública no ha sido un problema de nuestro Gobierno. Nosotros no teníamos una deuda pública excesivamente grande, nuestro problema es la privada, que no se paga con austeridad en las administraciones. El problema de una deuda pública demasiado grande lo tenían en países como Francia, Alemania, o Italia, dónde sí que poseía un volumen importante. Ahora nos obligan a curarnos de sus males, que nosotros no sufrimos. 

Y esta reforma vuelve a mostrar la incapacidad del Gobierno en explicar sus medidas, en explicar, precisamente, que no son suyas, sino que siguen las directrices de la Unión Europea, que ahora mismo está en manos de la derecha. Esta reforma, al igual que otras tantas aparece a la población como decidida en La Moncloa, cuando en realidad lo ha sido en Berlín. Esta reforma adolece de unas formas que ponen en cuestión la calidad democrática, no por la ausencia de referéndum, sino por las prisas y la fecha. El error más grande no es reformar la Constitución sin referéndum, sino el haber tardado 30 años en hacerlo. Se podían haber introducido reformas en la Carta Magna mucho antes, reformas que sí que podían haber sido votadas, reformas que son de sentido común y que no hubiesen supuesto, creo yo, demasiada polémica, como el garantizar la igualdad de sexos en el acceso a la Corona. Es estúpido tener a la Constitución como algo intocable y perfecto. La realidad cambia, y el marco legal debe hacerlo con ella. 

Esta reforma limita mucho una de las principales diferencias entre el PP y el PSOE a la hora de hacer frente al  problema de el exceso de gastos. Los gobiernos "populares", todos los de derechas, porque CiU también; como se ve en Madrid, Castilla-La Mancha, Valencia o Cataluña priorizan el pago de la deuda en detrimento del pago de farmacias, de la manutención de la educación (con el despido de interinos), de la Sanidad, cosa que se respeta entra las filas socialistas.

Y, ante todo, no se entienden las prisas por hacerlo a tres meses de las elecciones, máxime cuando entrará en vigor dentro de varios años. No se entiende que sea un gobierno socialista quien proponga la medida, no se entiende que se acelere tanto, reduciendo al máximo el necesario debate para cualquier reforma constitucional, lo cual mina la calidad democrática de nuestro país. 

Esto dicho, al fin se ha reformado la Constitución. El problema no es que no se vote en referéndum, el problema es que ésta haya sido la primera reforma constitucional. Ahora, y a más tardar, la reforma Constitucional no debe ser seguida de referéndum, sino precedida por él. El referéndum que lleva tanto tiempo pendiente, sobre monarquía o República, y según el resultado, se deberá reformar la Carta Magna, o no. Eso si no hay otra reforma que vaya antes.

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