lunes, 9 de mayo de 2011

Políticas

Ya lo decía Keynes. El sistema capitalista en el que vivimos se caracteriza por unos ciclos que alternan períodos de bonanza con unos de crisis económica, más o menos fuertes. Según el economista, estos períodos de crisis se debían sortear con unas políticas de inversión por parte de los Gobiernos, unas políticas destinadas a meter capital en el sistema económico nacional. Sin embargo, en esta crisis, los Gobiernos europeos han optado por lo contrario. La reducción del déficit debe ser la piedra angular de la política económica de los veintisiete. Esto ha sido decidido por la gran potencia económico europea, Alemania. El Gobierno de Merkel, desoyendo al sentido común que nos dice que en estos tiempos corresponde al Gobierno ser el garante de la economía nacional, apuesta por intervenir al mínimo para que el estado no entre en déficit, siendo las empresas pues las encargadas de sostener la economía. Sin embargo, al no entregar dinero los bancos, las empresas se ven en dificultades para obtener crédito suficiente para subsistir, no digamos ya para sostener la economía de un país. Esto aún es posible en una potencia económica del rango de Alemania, Francia o Reino Unido, pero no en el caso español. Y todo esto unido a que cada estado recibe una "nota" de parte de las agencias de rating, y esa nota repercute en la compra de deuda soberana en los mercados. Pero resulta que esos "profesores" que nos notan no vieron venir esta crisis, y además ellas mismas compran deuda, por lo que se benefician si nos ponen una mala nota. A mi entender, sólo esto ya justifica el fracaso de las políticas neoliberales, hace falta un Estado fuerte que intervenga en la economía, un Estado que diga a las empresas lo que pueden o no hacer, dentro de unos límites por supuesto.
Aquí, en España, la crisis mundial ha tomado un cariz diferente. Como el señor Aznar declaró que España era casi entera un solar edificable, en contra del buen gusto y del sentido común, España construyó miles de viviendas. Hay más viviendas que núcleos familiares, muchas mas. Pero claro, resulta que aportaba dinero y hacía que el PIB creciese lo nunca visto en España. Así que nada, todos a mirar hacia otro lado. Y cuando la crisis internacional se convierte en la aguja que pincha nuestra burbuja inmobiliaria, el Ejecutivo socialista se ve metido en una crisis causado por una política que no es la suya pero que no se atrevió a cambiar y con las reglas del juego contrarias a su idelogía, y con un Estado casi sin empresas públicas, un Estado sin ingresos más que los impuestos.

Desde que llegó al poder, el PSOE se vio metido en una ola de crecimiento económico, y en vez de analizar y racionalizar nuestro sistema económico, no se atrevió a tocarlo. Prefirió dedicarse a redactar leyes de avance social, leyes tan necesarias como la del matrimonio homosexual, igualdad, aborto, memória histórica, antitabaco, pero se olvidó de la economía. Bajo el gobierno del PSOE, el ladrillo nos llevó a la tasa de paro más baja jamás registrada. Aunque al contrario que su predecesor, el PP, el PSOE sí que fomentó tímidas pero importantes acciones como subir las pensiones todos los años.

Ahora, con las encuestas en contra, el PSOE se enfrenta a unas elecciones. Se enfrenta a un partido al que la crisis a dado alas, a mi parecer sin motivos. La crisis ha hecho impopular al ejecutivo, pero por sus políticas económicas. Y resulta que esas políticas no son suyas, son lo que decidió la mayoría de gobiernos de la UE, conservadores. Al inicio de la crisis, en cuanto la reconoció (que le costó lo suyo), el PSOE puso en marcha medidas de gasto público para la mejora de la economía. Hasta que los mercados y sus homólogos europeos conservadores dijeron basta. Entonces, y bajo las críticas de sus antiguos aliados, los partidos a su izquierda, pero irónicamente también del PP, el Gobierno dió un giro radical a sus políticas y puso medidas de reducción del déficit muy severas. Y digo irónicamente porque esas políticas siguen las directrices marcadas por los compañeros de partido del PP. Cuando habló, Rajoy esbozó las líneas que seguirá su partido, cercanas a las de Cameron en RU: subir las tasas universitarias, despedir funcionarios, y muy severos planes de reducción inmediata de déficit, aún más, lo que paralizaría por ejemplo la aplicación de leyes como la de dependencia. Eso son las políticas que por ejemplo el Gobierno de Zapatero no ha hecho. Sin embargo, sí que ha hecho lo que ha podido dentro del estrecho márgen de maniobra que le dejan las directrices de Europa: subir las pensiones mínimas, plan de inversión estatal para la creación de empleo público (plan E), prolongar el subsidio al desempleo; al menos hasta que la presión de los mercados obliga a más restricciones presupuestarias y por ende a retirar esa medida.

Y sí, la presión de los mercados, a la que no podemos escapar solos. Hoy día, los gobiernos consiguen su financiación a través de esos entes, y estamos bajo sus ordenes. Para ponerles restricciones, tiene que haber un consenso global de eliminación de paraisos financieros, y de legislación de medidas de control a los mercados. Y esto sólo es posible si la izquierda está en el poder a ambos lados del Atlántico, y se convence a China, Rusia, India y Brasil. A mi parecer, no se puede quejar el que no vota. La participación en las últimas elecciones al Parlamento europeo fue del 44%, así que si los conservadores están en el poder en Europa, y no gustan sus políticas, es por culpa de aquellos que no fueron a votar. Las elecciones europeas son muy importantes. El PSOE no puede hacer caso omiso de los mercados, como le gustaría, pues entonces no podría financiarse el gobierno, lo que sería mucho peor que la situación actual.

Ahora nos enfrentamos a unas elecciones municipales no legislativas. Me parece que el PP no hace ningún bien a la democracia al hacer campaña de problemas estatales (y aún menos presionando la justicia y sembrando dudas sobre la separación de poderes, y dictando a los demás quién se puede o no presentar a las elecciones).  No es un plebiscito sobre el gobierno de Zp, como dijo la señora Esperanza Aguirre, es el momento de elegir quién gobernará tu ciudad, tu Comunidad. Se trata de hacer que ningún Ayuntamiento gaste tanto como para que cada madrileño deba 2000€ por los delirios faraónicos del manirroto de nuestro regidor. De que quién nos represente como Presidente de nuestra comunidad no use la televisión pública para su propaganda, de que no se ría de nosotros diciendo que el 11M fue ETA, de que no se instale el copago en nuestros hospitales, de que no haya errores de inglés en los anuncios de colegios bilingües, de que en vez de crear bachilleratos elitistas, se invierta en educación pública y no concertada. Es para que el  transporte público no multiplique su precio (y que conozcan sus abonos y no se rían de nosotros). En resumen, es para salvaguardar los servicios públicos esenciales. Ya basta de hacer hospitales vaciós y despedir médicos. Ya basta de privatizar EL AGUA. Eso ya no es tolerable, es ir demasiado lejos. El agua es de todos, privatizar el canal de Isabel II es una aberración, siendo una empresa pública que además da beneficios, crea dinero público sin impuestos. Sólo falta que privaticen el aire. Ese aire que parece tan bueno porque las estaciones de medición están en los parques.